Panafricanismo del siglo XXI: militancia para un nuevo tiempo de lucha y cambio social.

Por Alex Amaro | @alexamarobcn

"El panafricanismo del siglo XXI debe representar la esperanza de la comunidad negra y una salida política a las difíciles condiciones de exclusión y marginalidad en la que viven millones de nuestras hermanas y hermanos dentro y fuera de África, especialmente en Europa y América".
Europa se encuentra sumergida en una de las crisis económicas más devastadoras de las últimas décadas. El colapso de las economías nacionales va provocando el desmoronamiento progresivo del Estado del bienestar, resucitado viejos conflictos sociales encubiertos por el espejismo de la bonanza económica liquidada por el estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria.
El pinchazo de la burbuja del bienestar social relanza la lucha por la subsistencia entre los sectores de la población europea más castigada por los efectos de la crisis. El colapso de la economía y el impacto negativo de los recortes en el gasto social impuesto por los gobiernos nacionales hunden en la pobreza a millones de trabajadores que durante décadas han disfrutado de un estilo de vida propio de las “clases medias” tradicionales
, encontrándose hoy sin empleo, sin recursos, sin vivienda y con pocas prestaciones sociales, de forma que las comodidades disfrutan va desapareciendo, lo que provoca unos sentimientos de frustración y rabia que terminan por explotar, generando un conflicto social horizontal que busca en la proximidad y en “el otro” al presunto “culpable” de su nefasta situación.

Es creciente el sentimiento euro-céntrico que identifica a los inmigrantes y a las minorías étnicas de origen no comunitarias como responsables de la situación de precariedad económica, del deterioro de la calidad de vida y del medio-ambiente social, pero sobre todo, al identificarlos como elementos “privilegiados” a los que hay que derribar en la lucha para acceder a las escaseadas ayudas sociales dispuestas para evitar la marginalidad y la exclusión en una sociedad acostumbrada (en los últimos tiempos) a las “buenas formas”, nada más alejado de la realidad.

Lo que muchos en su inmediatez “existencial” no entienden es que si la percepción de las “ayudas sociales” se ha situado como un elemento característico de los inmigrantes y de las minorías étnicas se debe primordialmente a un desequilibrio estructural amparado en una perversa institucionalidad, que limita de forma sostenida su integración ciudadana a la sociedad. La actual institucionalidad europea está dispuesta para garantizar la primacía permanente de la mayoría blanca y cristiana que no considera “europeos” a aquellos individuos de ascendencia no comunitaria cuyos rasgos físicos, lengua, religión o cultura no son “los de toda la vida”, de ahí que los autodenominados grupos políticos identitarios de afirmación nacional y europea proliferen por todo el continente y electoralmente se encuentren al alza.

Los “grupos identitarios” de afirmación nacional y europea son expresiones renovadas del fascismo histórico, blindado y conservado por la rígida y elitista institucionalidad europea. La existencia de estas formaciones no puede ser pasada por alto por el movimiento panafricanista, urge dar respuestas políticas contundentes que frenen su avance y desactive su perniciosa influencia social. Urge la construcción de un referente de lucha y resistencia de ámbito europeo que plante cara al fascismo y le aseste la derrota definitiva que la conservadora clase gobernante europea no ha sido capaz de producirle.

El movimiento panafricanista debe encontrar las respuestas necesarias para hacer frente a los retos que la situación actual nos plantea. La recomposición de nuestras fuerzas políticas e influencia social debe pasar por un proceso de reflexión crítica y  autocrítica que nos permita refundar el panafricanismo sobre una lectura actualizada de nuestro papel y desempeño en la lucha por el cambio social, afirmando nuestras aspiraciones históricas desde una perspectiva intercultural y de interrelación dinámica con el conjunto de la sociedad europea.

El panafricanismo del siglo XXI debe ser política y socialmente militante, reivindicando desde una lucida práctica democrática la mejor época de nuestra histórica tradición de lucha.

Debemos avanzar hacia nuevas formas de intervención política y social que mejoren la interlocución y visibilidad del liderazgo panafricano y de la comunidad negra en la sociedad. Necesitamos dotarnos de modelos de organización democráticas, plurales y flexibles que garanticen la mayor representatividad del conjunto de la comunidad negra en cualquier ámbito o territorio. Hay que avanzar hacia una mayor politización del tejido asociativo de las comunidades negras, articulando respuestas en red ante los desafíos planteados por la coyuntura política actual, pero sobre tenemos que armar una estrategia de lucha y cambio social que nos permita forzar a las clases gobernantes a reparar los daños causados a las comunidades negra por la esclavización, la colonización, el racismo y la xenofobia.

Urge construir una respuesta organizativa, propositiva y de defensa para hacer frente y contener el avance del fascismo en Europa. El escenario de lucha al que nos dirigimos, de momento, no lo determinamos nosotros sino las fuerzas violentas de la derecha europea racista y xenófoba.

El incremento de las agresiones racistas amerita de respuestas contundentes que deben forjarse en las calles y resolverse de forma democrática. No podemos abandonar las calles ni los espacios públicos ante la presión de los grupos fascistas, debemos organizarnos, resistir y hacer frente desde una solida amplia y participada radicalidad democrática.

El panafricanismo del siglo XXI debe representar la esperanza de la comunidad negra y una salida política a las difíciles condiciones de exclusión y marginalidad en la que viven millones de nuestras hermanas y hermanos dentro y fuera de África, especialmente en Europa y América.

Las medidas para hacer efectiva la reparación deben orientarse sobre todo a garantizar la ciudadanía plena de las comunidades negras, así como el disfrute del progreso y bienestar a través de políticas públicas que deben priorizar, entre otras cosas, el acceso a educación, sanidad, empleo y vivienda. Servicios y políticas públicas que deben implementarse desde una perspectiva dinámica que combine la interculturalidad y el panafricanismo de forma dialéctica.

El panafricanismo del Siglo XXI exige el desarrollo permanente de una escuela teórica que acompañe la reflexión sobre las prácticas actuales y futuras. La madurez y profundidad del pensamiento panafricano debe expresarse en su renuncia a todo dogma y en su capacidad para renovarse, ampliando su base análisis socio-cultural y política para permitir el abordaje teórico de nuevos fenómenos y expresiones sociales que tienen una fuerte presencia e impacto en las comunidades negras de hoy día, algunos de estos tienen que ver con la lucha de las mujeres, los jóvenes, infantes, envejecientes, discapacitados, comunidades LGTB, entre otros.

El panafricanismo debe actualizar su análisis sobre la superación del colonialismo y el neocolonialismo. Urge abordar los temas relacionados con los procesos de integración e interdependencia regional y multilateral. Hay que hablar de soberanía financiera y endeudamiento, de crecimiento y descrecimiento, de desarrollo e industrialización, de ecología y medio ambiente. Debemos  abordar todos aquellos temas que enriquecen las perspectivas del panafricanismo y que tienen un impacto directo en la vida y desarrollo de las comunidades negras.

El debate está planteado, ahora toca ir desgranando y priorizando los abordajes y respuestas.

¡Uhuru!